La capa de ozono está en vías de recuperarse en las próximas cuatro décadas y la eliminación progresiva de las sustancias químicas que la dañan ya están contribuyendo a mitigar el cambio climático. Esta es una de las conclusiones de un grupo de expertos respaldado por la ONU, presentada este lunes en la 103ª reunión anual de la Sociedad Meteorológica de los Estados Unidos, informó este lunes la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

El informe cuatrienal del Grupo de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono confirma que la eliminación progresiva de casi todas las sustancias prohibidas que la dañaban consiguió proteger a este escudo protector del planeta, lo cual permitió una notable recuperación en la estratosfera superior y una disminución de la exposición humana a los perjudiciales rayos ultravioleta del sol.

De mantenerse las políticas actuales, se espera que la capa de ozono recupere los valores de 1980 (antes de la aparición del agujero) aproximadamente hacia 2066 en la Antártida, en 2045 en el Ártico y alrededor de 2040 en el resto del mundo.

Las variaciones en el tamaño del agujero de ozono antártico, especialmente entre 2019 y 2021, se debieron en gran medida a las condiciones meteorológicas. No obstante, hay que resaltar que desde el año 2000 fue mejorando lentamente la superficie y profundidad del agujero.

Efecto positivo en la lucha contra el cambio climático

El décimo informe del Grupo de Evaluación Científica confirma la repercusión positiva del Tratado en el clima. Como ejemplo, la Enmienda de Kigali al Protocolo de Montreal, un acuerdo adicional alcanzado en 2016 que exige la reducción progresiva de la producción y el uso de algunos hidrofluorocarbonos. Estas sustancias sintéticas no agotan directamente el ozono, pero son potentes gases de efecto invernadero.

Según las pesquisas del Grupo, la Enmienda debería evitar el calentamiento global entre 0,3 y 0,5 °C de aquí a 2100 (aunque no incluye la contribución de las emisiones de HFC-23, un potente gas de efecto invernadero).

La última evaluación se basa en amplios estudios, investigaciones y datos recopilados por un gran grupo internacional de expertos, muchos de ellos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) y la Comisión Europea.

Fuente: ONU