Si hay algo en lo que parece que casi todos los gobiernos y organizaciones internacionales van de la mano en esta década, al menos sobre el papel, es en introducir políticas de sostenibilidad y fomentar desde la legislación el cuidado del planeta. Y 2030 se ha fijado como la primera fecha clave (2050 será la siguiente) para todos en la consecución de las metas fijadas.

Ese año, la ONU espera que se hayan cumplido los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados en 2015. Y también será el momento en el que la UE estima que su Plan de Acción de Economía Circular comenzará a dar sus primeros frutos, sumando al PIB comunitario un 0,5% adicional y creando 700 000 nuevos puestos de trabajo.

En consonancia con estas dos grandes iniciativas internacionales, España cuenta también con su propia Estrategia de Economía Circular, que se ha visto acompañada de diversos planes de acción que marcan objetivos en cada trienio de la década actual para alcanzar en ese horizonte de el objetivo global previsto.

Así, para cada objetivo marcado hay un plan de acción específico que cuenta con su propia partida económica. Además, la estrategia se creó antes de la aprobación del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, por lo que al presupuesto inicial habrá que sumarle las ayudas fijadas en el PERTE de Economía Circular, que alcanzan los 492 millones de euros y gracias al cual se pretenden movilizar otros 1.200 millones de euros hasta 2026.

Entre los principales objetivos se encuentran los de reducir en un 30% el consumo de materias primas y en un 15% la generación de residuos, incrementar la reutilización de los desechos municipales hasta llegar al 10%, mejorar en un 10% la eficiencia del agua o reducir la emisión de gases de efecto invernadero.

Teniendo en cuenta que el reciclaje resulta clave en términos de economía circular, el Gobierno ha apoyado legislativamente su actividad con la Ley de Residuos y Suelos Contaminados, aprobada el pasado diciembre. Este texto establece medidas fiscales para incentivar la reutilización de materiales y un calendario de implantación de nuevas recogidas separadas de residuos para su valorización, además de las ya existentes para el papel, los metales, el plástico y el vidrio.

CONCIENCIACIÓN

El 82,9% de los encuestados declara tener, de media, tres cubos, bolsas o espacios en casa para reciclar. Esta cifra contrasta con la registrada en 2015, cuando solo separaban sus residuos un 72,5% de los españoles.

Cada ciudadano depositó de media 18,8 kilos de residuos en los contenedores amarillos de plástico y 19,3 kilos de papel y cartón en los azules. En cuanto al vidrio, la recogida selectiva de envases creció un 5% y ya se sitúa en niveles prepandemia, según datos de Ecovidrio. Esto supone que cada ciudadano depositó 19 kilos de media en los contenedores verdes.

El del vidrio es uno de los casos que mejor representa lo que supone el reciclaje para la circularidad. Y es que se trata de un material clave para avanzar en términos descarbonización. El uso de vidrio reciclado ya supone un ahorro del 53% de las emisiones de CO2 asociadas a los procesos de fabricación de nuevos envases.

Otra de las posibilidades que ofrece la valorización de residuos es su transformación en energía. Todo lo que no se puede aprovechar en las plantas de reciclaje para crear nuevos materiales, lo que se conoce como rechazo, es utilizado por empresas para generar energía en forma de electricidad o calor: la primera se entrega a la red eléctrica, mientras que el calor se usa como calefacción en los domicilios.

REUTILIZAR EL AGUA, PERO EN SU JUSTA MEDIDA

Su versión más pura no alivia la sed ni permite la vida, y sin embargo, hablar del agua y de su ciclo es consustancial a la economía circular. Se sitúa en el eje de la rueda que mueve la producción y tiene la llave que abre la puerta a la sostenibilidad.

El líquido elemento está involucrado en casi todos los procesos industriales. Por eso, cualquier cambio en su uso puede transformar la economía. Pero su condición de recurso natural limitado hace que el agua en sí tenga primero que cambiar sus propios procesos.

A expensas de un cambio climático que augura desertización, el mundo da pasos hacia la inexorable reutilización del agua. Se estima que en 2030 el 47% de la población vivirá en áreas con estrés hídrico. En España, uno de los países de Europa que más lo sufren, la Estrategia de Economía Circular del Ministerio para la Transición Ecológica marca que hay que mejorar un 10% la eficiencia en el uso del agua.

INNOVACIÓN.

Pese a que aquí no se fabrican tecnologías para dar un segundo uso al agua, el XVI Estudio Nacional de Suministro de Agua Potable y Saneamiento de Aeas ya destacaba en 2020 que España es el segundo país del mundo con mayor reutilización.

Para lograr que el agua tenga esa segunda utilidad los gestores emplean desde la microfiltración hasta la ósmosis inversa, pasando por la desinfección mediante ionizaciones, ultravioleta o derivados de cloro. El sector trabaja en nuevas fórmulas para la eliminación de nutrientes, como los filtros verdes a través de raíces de árboles plantados para ello.

Sus usos posteriores van del agrícola a la industria o las ciudades. Así, Madrid ha apostado fuerte y da una segunda vida al agua para el riego de parques, campos de golf o baldeo en la limpieza de calles.

Sólo del agua que se suministra en el ámbito urbano -el 16% del que se usa- España reutiliza el 8%. Son 400 hectómetros cúbicos sobre un consumo total de las ciudades de 5.000 al año.

LEGISLACIÓN Y DÉFICIT.

España fue el primer país que legisló específicamente sobre reutilización del agua en 2007. Ya hace dos años, la UE hizo un reglamento unificado para toda Europa con el fin de potenciar la reutilización y asegurar la calidad.

Sin embargo, no todo lo vinculado con el agua cumple tan fácilmente como la reutilización los requisitos de circularidad y Agenda 2030. El sector de la depuración necesita 25.000 millones para resolver todos los problemas que tiene, según señalan las empresas del sector.

Alcanzar las metas fijadas para 2030 exige colaboración público-privada.

LA HUELLA VERDE DE LOS COCHES VA MÁS ALLÁ DEL ASFALTO

Cuando en la carretera adelantamos con paciencia un largo tráiler cargado con enormes vigas de acero no pensamos que ese metal tuvo una vida anterior y que al menos parte de él conformó coches y camiones.

De igual modo, no nos damos cuenta de que entre el asfalto sobre el que ruedan nuestros neumáticos hay gránulos de caucho que anteriormente fueron ruedas de un coche como el que conducimos. Y que también acolchan el suelo de un parque infantil. Del mismo modo, nuestro vehículo podría llevar elementos fabricados a partir de botellas rescatadas de los mares.

Los citados son solo unos pocos ejemplos que revelan el compromiso de la automoción en la gestión de residuos, el reciclaje y la sostenibilidad, con la Agenda 2030 en el horizonte. Aún queda trecho por conquistar (las baterías son un reto en el que ya se trabaja duro), pero hay que anotar el esfuerzo de fabricantes de componentes, marcas y talleres.

El 85% de los componentes de un vehículo que llega a su fin de vida son reutilizados o reciclados en la Unión Europea. Los componentes suponen el 75% del vehículo.

Los desguaces, técnicamente Centros Autorizados de Tratamiento (CAT), son la clave. Descontaminan el vehículo extrayendo el combustible, los aceites y demás líquidos contaminantes. También separan las piezas reutilizables y prensan el vehículo antes de llevarlo a la planta fragmentadora, donde se tritura todo y se separan los componentes con el método de aspiración para residuos ligeros y técnicas magnéticas para los componentes férricos, el 70% del vehículo.

SEPARACIÓN

La separación de los distintos metales por flotación finaliza el proceso. Los metales ya están listos para reutilizarse en la fabricación de nuevos objetos, como las mencionadas vigas para la construcción.

Estos procesos, que hace pocas décadas eran prácticamente manuales, han supuesto un gran avance y han requerido de una fuerte inversión en I+D+i, tanto de los fabricantes de vehículos como de los que producen los componentes de automoción. En lo que se refiere a los fabricantes, el cumplimiento de las directivas europeas es completo y la inversión y las alianzas con otros actores (start up, universidades o administraciones) da frutos en la mejora de las condiciones ambientales.

Fuente: El Mundo