España es el país de la UE con mayores tasas de reciclaje de plásticos: un 43% en el total de las aplicaciones -8 puntos por encima de la media europea, del 35%- y un 52% en el caso específico de los envases -6 puntos por encima de la media europea, del 46%-.
Estos datos sitúan al país en el tercer y cuarto lugar respectivamente de estas clasificaciones, encabezando el liderazgo de la transición del sector hacia la circularidad de los plásticos. Además, casi un 10 % fueron plásticos reciclados post-consumo para emplearlos en la producción de nuevos productos, lo que supone un porcentaje superior a la media europea, del 8,5 %.
Otro punto a destacar es que los residuos plásticos captados a través de esquemas de recogida selectiva tienen tasas de reciclaje 13 veces mayores que aquellos recogidos a través de flujos mixtos.
El documento señala que en 2020 “pese a las condiciones extraordinarias debidas a la pandemia” la circularidad de este material continuó avanzando y más de un millón de toneladas de residuos plásticos fueron enviadas a plantas de reciclaje. No obstante, más de la mitad de los residuos recogidos todavía acabaron en plantas de valorización energética (21 %) o depositados en vertederos (36 %).
Por ello, la industria española precisa un cambio sistémico para acelerar aún más esa transición y alcanzar mayores niveles de circularidad y neutralidad climática. El cambio debería incluir un marco legislativo en España que promueva el mercado único, la neutralidad tecnológica y que fomente las inversiones y la innovación.
En todo caso, las inversiones en nuevas tecnologías continúan acelerándose y los fabricantes europeos de plásticos prevén invertir 7.200 millones de aquí a 2030 en reciclaje químico para complementar el reciclaje mecánico, lo que permitirá disponer de 3,4 millones de toneladas adicionales de plástico reciclado en Europa para 2030.
De aquí a 2025 se podrían multiplicar por 40 las capacidades de tratamiento de residuos, alcanzando casi el medio millón de toneladas y evitando su incineración o su depósito en vertederos.
Fuente: La Razón