Holanda intensifica la lucha contra el cambio climático

Holanda, un país que hasta hace poco era altamente dependiente de los combustibles fósiles, está dando pasos firmes y acelerados en la lucha contra el cambio climático. A las significativas medidas tomadas desde hace ya varios años para transformarse en un país cada vez más verde, hay que sumar ahora sus recientes acciones para intensificar su cooperación y colaboración internacional, firmemente decidida a jugar un papel protagónico al frente de la difícil batalla climática.

Durante 2015 se instalaron en los Países Bajos poco más de 150 aerogeneradores, completando unos 2.200, según cifras de la Asociación de Energía Eólica NWEA, un aumento que podría no parecer significativo si no fuera porque las nuevas turbinas –mucho más eficientes que las existentes– agregan 20% a la capacidad instalada y suministran energía a casi 500.000 hogares más. Una producción total que alcanza para surtir de electricidad a 2,4 millones de hogares.

En cumplimiento de los planes y de los acuerdos energéticos firmados en 2013 entre los ministros, la industria y los grupos verdes, Holanda terminó hace apenas un mes la construcción de Géminis, una de las granjas de energía eólica costa afuera más grande del mundo, localizada en el mar del Norte, la cual consta de 150 turbinas de viento que producirán 600 megavatios de electricidad, capaces de satisfacer la demanda de 1,5 millones de ciudadanos. Con el propósito de llevar la capacidad eólica nacional a 4,5 gigavatios para 2023, se están construyendo otras granjas de energía eólica costa afuera.Hace exactamente un año, la cámara baja del Parlamento holandés decidió prohibir, a partir de 2025, la venta de vehículos alimentados por combustibles fósiles, medida que frena también la comercialización de vehículos híbridos de bajo consumo y da luz verde únicamente a los carros eléctricos. Además, en enero de este año, la extensa red de trenes comenzó a funcionar exclusivamente con energía eólica, y se calcula que hay más de 18 millones de bicicletas en el país, con una población total de apenas 17 millones.

Más allá de sus planes y decisiones climáticas en el ámbito interno, el gobierno holandés está decidido a ocupar un lugar destacado en el escenario internacional, haciendo uso de las fortalezas que ha adquirido durante décadas de adopción de las muy variadas medidas de adaptación al cambio climático –construcción de diques, represas y otras infraestructuras para protegerse de las inundaciones generadas por el mar– que su particular localización le ha impuesto, toda vez que una cuarta parte de su territorio se encuentra por debajo del nivel del mar.

En cumplimiento de ese rol de proyección global, Sharon Dijksma, secretaria de Estado de Infraestructuras y Medio Ambiente, anunció en febrero que trabajaría con Japón y ONU-Medio Ambiente para establecer un Centro Global de Excelencia en Adaptación al Clima, el cual reunirá a los principales institutos de conocimiento, empresas, ONG, gobiernos locales y nacionales, organizaciones internacionales e instituciones financieras, para ayudar a los países, instituciones y sector privado a adaptarse al calentamiento global. Un mes más tarde –al día siguiente de que el presidente Trump prometiera una renovación de la industria del carbón–, la secretaria informó sobre su interés por organizar en Estados Unidos una conferencia internacional sobre el clima bajo el título “Climate First», en clara alusión al lema de campaña del presidente estadounidense America First, cuya postura sobre el tema energético consideró “muy perjudicial”.

Holanda está convencida de la necesidad de desplegar un amplio enfoque colaborativo a nivel internacional en asuntos climáticos y energéticos y, en ese sentido, desde 2013 ha venido trabajando estrechamente con el estado norteamericano de California; cooperación que dio lugar a la cumbre denominada “Climate is Big Business”, realizada en mayo en San Francisco, donde Dijksma mostró los recientes progresos de su país en el tema de las energías renovables y se refirió a lo que considera la oportunidad económica que significan las políticas climáticas, incluyendo la elevada capacidad empleadora de los proyectos verdes. Un compromiso global con el planeta que Holanda parece haber asumido con gran empeño.

Fuente: El Nacional